Un poema de Camilo Enrique Camargo sobre la crudeza de la situación de los niños en el Catatumbo, un lugar azotado por las masacres paramilitares.
NIÑOS DEL CATATUMBO
La muerte juega al escondite con los niños.
“Uno, dos y tres por el niño llorón
que está detrás del árbol” –dice la muerte–
y el niño pierde el juego
si no sabe esconderse
y el niño pierde el juego
si no lo hace a tiempo.
En las noches del Catatumbo
los niños aprenden a huir de la muerte
como lagartijas nerviosas entre un matorral.
Noches eternas de dos horas
en que duermen despiertos,
con las botas puestas,
ocultos entre el bosque,
lejos de la vivienda.
“Uno, dos y tres… por el niño
que se quedó dormido para siempre”.
Esta es la noche oscura.
Se empiezan a escuchar los primeros gritos.
La muerte cuenta de cinco en cinco hasta cien.
“No se vale por delante, ni por detrás,
ni por ningún lado…
El que esté ahí queda eliminado…”
Es la hora de correr y esconderse,
de correr y esconderse
de correr y esconderse.
“Uno, dos y tres… por el niño
que no llegó hasta el río…”
“Uno, dos y tres…”
Camilo Enrique Camargo
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