martes, 22 de junio de 2010

Apátrida


Me duele el olvido, ahora más que nunca resuena en mi cabeza el olvido que seremos, la historia escrita con sangre pasará a ser nada más que un rumor, un eco de lo falsos (¿positivos?) que nos volvimos, de lo incongruentes e injustos, en los seres egoístas, mezquinos e individualistas que emergen sin nombre de un pasado histórico que no perdona y que ahora, tantos miles de años después, resuenan como la patria boba, que no merece estar escrita en mayúscula si me perdonan los incautos.

Hoy escribo desde el dolor, escribo con dolor de patria, con dolor de olvido, con el dolor de las madres de los hijos asesinados injustamente, con el dolor de la impunidad, con el dolor de macondo que no quiere ser transformado y sus habitantes tampoco. Nos acostumbramos a la violencia, a la guerra, a la sangre, no queremos ser educados, ¿Para qué? Nos volvimos expertos en cambiar las cosas de nombre, en perder la capacidad de asombro, ya no nos estremece ver un muerto más en el noticiero del medio día, igual segundos después van a las noticias de farándula, así que, ¿qué más da? , un muerto más, un muerto menos. En el país del sagrado corazón los muertos desaparecen en segundos, no solo desaparecen físicamente , desaparecen de nuestra mente de inmediato, ya hablar de sangre no es nada que perturbe, ya es el pan de cada día, ya está en el diálogo cotidiano : Otra vez los indígenas marchando? Que vayan esos policías fuertes y valientes a acabarles la guachafita! Y de repente 10 indígenas asesinados y la gente aplaude, aplaude porque ahora puede viajar libre por la carretera panamericana sin terroristas de por medio. Es que, que tal esos indígenas! Reclaman unos con indignación! Dizque reclamando tierras a estas alturas! Pero claro, como les van a dar tierras, no, ellos merecen estar en los semáforos pidiendo plata y no en sus campos cosechando, viendo los ciclos lunares, enseñándoles a sus hijos a crecer libres y en paz con la naturaleza.

No, nada de eso importa ya, ahora pesa que cada quien tiene lo que se merece, y Colombia no merece un gobernante honesto, que no vaya con la corrupción, que no le guste la paz, ¿Para qué? a Colombia lo que le gusta es la sangre, el horror, el olvido… nada más.

Bueno, pero llegó el momento de hablar por mí, yo no pertenezco a esa Colombia que olvida, yo sé que es la masacre de Mapiripán, yo sé de las masacres de San José de Apartadó, yo sé que las tan mal llamadas "chuzadas" no son chuzadas sino espionaje, yo sé que los jóvenes asesinados no son "falsos positivos" son crímenes de estado... yo no olvido a Jaime Garzón, yo no olvido las injusticias, yo no olvido y por eso no voté por Juan Manuel Santos. Usted, olvidó?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alicia,
te confieso que me sentí muy tocado por lo que dices en esta entrada. Es muy duro cuando el amor a una nacionalidad se traduce en recuerdos con su gente -la gente que es de uno- y sus lugares geográficos. Del resto, el concepto de identidad nacional que nos rodea no hace más que obligarnos a aislarnos, a retirarnos de este huracán que nos hace repetir alocuciones presidenciales como loros.
Te acompaño en tu autoexilio sentimental. Te acompaño en tu profunda tristeza. No estás sola. Somos muchos.