miércoles, 18 de marzo de 2009

Dream, a little dream of me


Alguna vez te dije que era un ave, libre, que volaría lejos, partiría pronto, emigraría después, te dije que no estaría aquí para siempre, que algún día me verías volar, que llegaría el momento, la estación precisa, donde desplegaría las grandes alas de mariposa que alguna vez construí y recorrería universos paralelos, mundos multicolores, cosmos verde-azules, alguna vez te lo dije al oído, con mis más secretos odios y angustias y jamás lo creíste, siempre estuviste ahí mirándome con esos ojos fijos de persona que ha permanecido ausente durante mucho tiempo, haciendo el que escuchabas, sin parpadear, mirándome sin mirar, y yo, repetía hasta el cansancio que pronto desaparecería y que no intentaras retenerme porque luego sería demasiado tarde, y tu, tu esbozabas una sonrisa y seguías mirando ausente, pretendiendo que te importaba… No era así y lo sabías, sin embargo intenté alargar mi estadía unas horas más, unos segundos más, donde pudiera ver tu rostro sombrío y posteriormente emigrar, como lo había planeado días, meses, años atrás, cuando nos sentábamos en el viejo café a hablar de lo de siempre, a escucharte titubear, mencionar algunas leyes, decretos, sentencias, y yo te observaba, sentada ahí, fumando y dejándome llevar por la melodía de ese jazz que marco nuestro destino como al azar, dream a Little dream of me salía la dulce voz de Ella, y tu seguías con tus eternos monólogos de viejas constituciones, y yo te miraba, fijamente, y sentía que tu rostro empezaba a desvanecerse al compás del humo y del jazz, y de pronto, un estruendo, un pequeño fruto del árbol ubicado justo arriba de nuestras cabezas caía en mi espalda y me volvía a la realidad, como una pequeña dosis de realismo mágico, un momento de salida, la puerta más cercana… de pronto ahí estábamos otra vez, tú con tus leyes yo con mi jazz, y mis cigarrillos y mis versos imperfectos, los mismos que nunca quisiste escuchar porque te daban sueño, te cansaban, te hartaban porque nunca los entendías o al menos eso era lo que decías mientras movías las manos de un lado a otro desesperado porque no lograba entenderte, porque no nos lográbamos “comunicar” , esa era tu palabra favorita, la utilizabas siempre, la misma absurda y molesta muletilla de la comunicación y el entendimiento, cuando lo único que quería era que me besaras, que me abrazaras, que escribiéramos poemas juntos y nos acostáramos debajo de los árboles, no a hablar de leyes ni de libros, no a hablar de sonidos ni de silencios, simplemente tendernos bajo la sombra, tu y yo, como alguna vez lo hicimos, antes de que todo esto pasara, antes de que tu voz tuviera el mismo sonido de los relámpagos, de la lluvia al chocar fuerte contra la ventana, del golpetear de las olas del mar enfurecido… Afuera llueve, y el incesante sonido de las recurrentes gotas me traen otros recuerdos, otros momentos, situaciones en las cuales no existían estereotipos ni planificaciones, no había futuros ni pasados, el pasado era sólo eso, un fragmento, un vestigio, una noción que había quedado atrapada en el reloj del cuarto de estar.

Cuando nos conocimos, te repetí hasta el cansancio que era libre, y que lo seguiría siendo a pesar de los tropiezos… curiosamente, ese día, en el mismo café Ella decía “Just say "goodnight" and kiss me, Oh, hold me tight and tell me you miss me; While I'm alone and blue as can be, Dream A Little Dream Of Me” , cuando esté así, azul, azul como puedo llegar a ser, sueña, suena un poco conmigo… quería que me soñaras libre, fuera de tus cárceles (que te remitían siempre a los sistemas penales y no sé cuántas cosas más) fuera de tus jaulas, de tus acusaciones constantes, de tu mirada ausente, mirada que retornaría de cuando en cuando para recordarme cuán infeliz me había vuelto a tu lado al paso de los años, ya el jazz no te parecía dulce como los primeros días, el jazz ahora te parecía estridente, de negros, incómodo, el sonido de la trompeta (¡hermoso sonido de la trompeta en días de lluvia!) te destrozaba los nervios, y empezabas a caminar en círculos, molesto, incómodo, me mirabas (con la misma mirada ausente) y salías taciturno después de azotar la puerta. En esos momentos de libertad, fuera de ti y de tus jaulas, le subía el volumen al “West End Blues” de Armstrong y empezaba a sonreír, a construir las alas que finalmente, me llevarían a los lugares apartados, a algún lugar lejos, lejos de ti.

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